domingo, marzo 22, 2009
El Norte no Tan Libre
Todo cambia. La hoja de arce era contemplada en todo el mundo como el último recurso, la representación de un país que por su lejanía ha simbolizado el refugio, la tolerancia y la civilización. Verdad es que como todo país occidental sus pecadillos oculta: el trato a los aborígenes o a la minoría japonesa durante la segunda guerra mundial. Pero comparado con sus pares, son vergüenzas pero que muy menores.
Su himno en la versión inglesa habla del norte fuerte y libre, en la francesa curiosamente esa frase no aparece, se habla de cómo los brazos pueden portar espadas o cruces según sea necesario, tal vez como guiño cruzado a la fuerte influencia de la iglesia católica en las regiones francófonas.
Y hete tu aquí que el gran país del norte fuerte y libre ha denegado la entrada nada menos que al diputado británico Galloway, súbdito de su graciosa majestad como todos los canadienses dicho sea de paso, aunque sea de manera formal y simbólica. Cosas veremos en estos tiempos de crisis, pero esta se alargará seguro, será el primer capítulo de una saga interesantísima porque la retórica y elocuencia de George son extraordinarias y el enfrentamiento promete brindar joyas lingüísticas inapreciables. Oh Canada, estamos en guardia por ti.
miércoles, marzo 18, 2009
Y el Círculo se Cerró
El Salvador es el último país centroamericano en elegir en las urnas a las bestias negras del imperio en el punto álgido de la guerra fría. Es como si esta hubiese terminado veinte años más tarde en Centro América. Pero nada es un hecho aislado, todo está enmarañado en un ovillo confuso que es nuestra realidad, consecuencia de nuestro pasado y de errores que no solo no se enmiendan sino que se repiten.
Hoy los enemigos son otros y se les denomina de otra manera, pero la siembra de violencia y destrucción continúa, el imperio sigue con su locura ciega y contra toda razón sigue destruyendo, aunque la ola se acerca a casa, el tsunami esta vez alcanzará a todo y a todos.
¿Que habrá sido de esos niños? Tal vez siguieron la peligrosa ruta de la emigración hacia el norte, cayeron por el camino víctimas de algún coyote o de algún vigilante en la frontera, o se quedaron a sufrir las consecuencias de la intolerancia imperial al simple deseo colectivo de tratar de salir de la pobreza y la desesperanza.
La siembra de odio, metal, sangre y desesperación fue tan efectiva que ahora ya no tiene remedio, junto a tanta destrucción cayó lo fundamental, los sueños y anhelos de una vida mejor y más justa.
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