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Los sueños tecnológicos de mitad del siglo veinte parece ser se han hecho realidad, como por ejemplo el teléfono video con programas como Skype, o los aparatos inalámbricos, el Internet, los ordenadores y todos los demás aparatejos y accesorios. Y sin embargo la sensación generalizada es una de soledad.
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Pero no la soledad anhelada por la reflexión y búsqueda de la comprensión del ser en un medio propicio, alejado y recluído como los antiguos monasterios, sino la soledad del estruendo y la multitud atomizada, la soledad en medio de una muchedumbre delirante.
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El viaje otoñal me ha deleitado con mucha luz y los contrastes de lo viejo y lo nuevo, la araña de la ría de Bilbao como contraste al monasterio de Santo Domingo de Silos.