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El campo en primavera es una alfombra de flores, olores, colores y trinar de pájaros. Aunque empieza a pasar del verde al rubio, es un verdadero placer pasear antes de que esa alfombra se convierta en trampa de espinos, polvo, calores y sudores.
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Curiosamente el campo parece ser mejor guardián de la memoria viva -si quieren llámenle histórica aunque sea redundante- que los pueblos y ciudades. Sus gentes saben poco de escuela y mucho de sobrevivir, y los menos que no se fueron y aguantaron el tirón son testigos vivientes de lo que se nos figura tan antiguo y lejano, cacicadas, miserias, empeños, pernadas.
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Son supervivientes, cualidad que puede venir muy a mano ahora con los tiempos que corren.
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