
En otros tiempos y para demostrar ante los poderes terrenales profesión de cristiandad, las matanzas del cerdo se llevaban a cabo por las calles, de ese modo se afirmaba la pertenencia a la mayoría y no a las minorías perseguidas.

Pues los tiempos cambian, y ahora por presiones europeas la costumbre centenaria de sacrificar a un cerdo para proveerse de viandas durante los meses frescos se ve amenazada. Y si, es triste ver el sacrificio de un ser vivo, de un animal de porte majestuoso y al que tanto debemos como el cerdo, por muy vituperado que sea su nombre. Sobre todo viniendo esas presiones desde países que guardan sus casas muy limpias a costa de lanzar mierda en la de los vecinos, como por ejemplo la mina de Boliden.

Es una costumbre ancestral, y soy del parecer que o nos hacemos todos vegetarianos, o nos callamos, porque el sacrificio industrial es un poco como las bombas inteligentes de las guerras organizadas por esos que se preocupan tanto por el bienestar animal y les importa muy poco el bienestar de sus semejantes, jueguitos de ordenador vistos en una pantalla aséptica donde la sangre de las víctimas no salpica. Lo dicho europeos del norte, o vegetarianos, o a callar.