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Los niños tampoco vienen de París. Por fin hemos perdido la inocencia y vamos sustituyendo al niñato inconsciente -nacido con cucharilla de plata- que aterriza sobre un portaviones con traje fálico para decirnos que la guerra ha terminado -cuando en realidad solo acaba de empezar- por algo más real como una buena tortilla de patatas.
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¿En qué momento nos engañaron? ¿Cuándo dejó de ser honorable el trabajo, el sacrificio, la experiencia, el esfuerzo y todo lo que desde siempre fueron valores probados y cultivados como trigo para pan? Vuelvo a mis bestias mosqueteros, en los ochenta, el trío Thatcher Reagan Voytila, mis tres mosqueteros negros. Pero hete tu aquí que cosas vimos y cosas veredemos, dos imperios han caído y contando estamos.
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