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Nos hemos enterado todos, nos han dado una pequeña rendija para que de lejos veamos como 'se la montan' los nacidos, crecidos, muertos y enterrados en el privilegio, ese buen vivir que relaja la cavidad bucal para pronunciar las vocales de manera tan distendida.
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Coches, joyas, lujos de todo tipo, y huevas de pescado antidiluviano, como si el derecho al privilegio no solo se proyectase desde un presente entre algodones a un futuro incierto, sino también la afirmación y confirmación de su permanencia eterna en el tiempo, pasado, presente y futuro. Así van las cosas en el reino, bancarrota total, se persigue a los mensajeros, se escabullen los privilegiados por designio del dedo divino.
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Y mientras tanto, las espaldas que aguantan el peso de tanto capricho inútil, infantiloide y descerebrado, pues a comer las huevas que pescan con sus manos, que son el verdadero caviar, el caviar del pobre eterno, desde los tiempos del esturión. ¡Que viva Valencia!, amiguito del alma, y cien gramos de caviar para navidad señor bigotes.
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