miércoles, enero 14, 2009

De lo Divino y lo Terreno


Por la carretera que va desde Vologda a Belozersk, antes del desvío al monasterio de Ferapontovo, me encontré con Mitrofán, la antítesis del oso fiero, tocando la balalaika y recordándanos a todos que la inmortalidad puede consistir en morir a manos de un ungido por poder divino, morir para vivir eternamente, ¿les suena?.


Misión cumplida. Hemos sobrevivido otra vuelta, de tuerca me refiero. Inmersos en una crisis que va más allá del miedo, hasta la indiferencia ante el dolor. Mientras festejamos el nacimiento del príncipe de la paz, sabemos muy bien que no muy lejos de donde nació caen las bombas y revientan a nuestros congéneres para no caer en la retórica de llamarlos hermanos, ya que lo son, lo mismo que los que lanzan las bombas.



No puedo sino alegrarme por mi buena fortuna, sigo vivito y coleando, y hasta logré pasar por nuestro muy bello pero confuso aeropuerto sin llegar a ser víctima de Maleni, de la que sólo puedo decir que aunque paisana no sabe hablar, sin importar su acento. El acento -en cualquier idioma- es independiente de la alfabetización y desgraciadamente en este cortijo andaluz los analfabetos nos regirán por casi tanto tiempo como el dictador anterior, escudando su zafiedad y vileza en una particular manera y fonética al hablar, llamándonos a todos los andaluces zafios e ignorantes como ellos. Tan solo les recuerdo que el poeta más representativo del castellano del siglo pasado era andaluz y si viviese se avergonzaría de esa cuadrilla de zafios, ladrones y feos que nos gobiernan. Cuando aterrice del todo trataré de ordenar pensamientos e imágenes.

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