Con un regusto a contraste supremo, este verano he recorrido varios miles de kilómetros -en un país tan grande las distancias no son de extrañar- y apenas empiezo a procesar las imágenes que de momento yacen latentes en varias decenas de carretes, aguardando revelado.
Debería agradecer a la maravillosa gente que ha hecho de este viaje algo verdaderamente inolvidable y al mismo tiempo -creo y espero- muy fructífero. Pero lo haré conforme aparezcan las imágenes, si es que lo hacen, ya que siempre se corre el riesgo de perderlas, riesgo asumido al aparcar la satisfacción instantánea de lo digital por el riesgo calculado de la película de siempre.
Apareceran de forma aleatoria ya que no hay ni marcas ni señales, estas son las primeras, la vieja y abandonada estación marítima en Tver, la entrada al monasterio de Pecherskaya Lavra, y el tren de cercanías que parte de Moscú.
viernes, septiembre 16, 2011
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