Así me explicaba Andrey el lamentable estado de las carreteras en este país inmenso. En muchos sitios verdaderamente lamentable y peligroso. Hace falta encomendarse a San Cristóbal -aunque ya no sea santo, pero ese es otro tema- o tener un ángel de la guarda como parece ser tuvimos en Vyazma, donde nos detuvimos sin percatarnos a escasos centímetros de una alcantarilla sin tapadera.
Siento una debilidad especial por las motos con carricoche -o con sidecar pronunciado en castellano y no en el inglés original- por el simple motivo de haber tenido que asistir a una escuela para que me enseñasen a conducir de verdad, no como hice toda la vida por casi medio mundo no, como se hace aquí en Ehpaña que es donde mejor se hace todo, punto. Y claro después de aligerarme el bolsillo de muchos Euros y hacerme perder el tiempo con un montón de tonterías para aprobar un examen y conducir como un zoquete y no como alguien que ha atravesado conduciendo continentes, autopistas y selvas, me entero que las motos con sidecar aparecen por todos sitios, cuando hace falta o bien ir a Rusia o bien ver una película de nazis para poder disfrutar de ese prodigio mecánico.
Que en Rusia tienen un descenso acusado de la población nadie lo discute. Pero nadie lo diría, en cualquier pueblo los fines de semana no se ven más que limousinas esperpénticas y jóvenes parejas echando el candado, aunque luego encuentren sierras para romperlos.
En el mercado de Valday nos dan la bienvenida con K, aunque mucho en común volvemos a tener, el cerdo de cristianos viejos.
jueves, septiembre 22, 2011
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