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Te bajaste de la burra, te subiste al carro...
Un dos tres cuatro, mira mi retrato.
Cuatro cinco, te la hinco...
Con ahínco.
Si tan difícil resulta imaginarse a uno como uno mismo, por que es tan fácil imaginar a los demás con orejas largas?
Mis boñigas eran bendición por donde pasase. Ahora las ruedas, o contaminan en vertederos o las queman en carreteras para guerras asimétricas -vaya neopalabreja, con lo hermoso que suena rebelión, sublevación-.
Y sin ser soñador, Sancho cabalgaba conmigo, camino de su ínsula -o finca como prefieras- mientras el burro de Rocinante se estrellaba con molinos.
Cuando te cansabas de darme palos, me llevabas al matadero. Ahora los mataderos sudan metal y ponzoña en vez de sangre para morcillas, o moronga, sin ponerse a....
Siempre queda el consuelo de la mula, aunque, quién es el más burro de todos?