lunes, abril 03, 2006

...sino al que anduvo en la mar


Jesucristo del Calvario
ya no te veo pasar
por las Cinco Calles vas
yo me fui a navegar


Se acerca la semana santa. Me acuerdo de las procesiones. La del entierro del Calvario pasaba de noche, solemne, sobrecogedora y todo hay que decirlo, me infundía miedo, ante el inusual silencio. La mente era un cuaderno en blanco, apenas los primeros garabatos de la vida empezaban a llenar el libro, y los juicios estaban ausentes en mi mente infantil. Morado era el color, el cielo también, las imágenes, los cucuruchos y el silencio, todo era morado, oscuro, lento y triste. Era la apoteosis del drama en varios capítulos, escena que ahora en retrospectiva se aprecia en todo su significado y esplendor, ya que la puedo comparar a conciertos de rock, espectáculos deportivos, corridas de toros o películas de Hollywood, y la experiencia es un grado, dos mil años no han pasado en vano para la Iglesia que en eso de escenificar sabe lo que hace.
La vida nos enseña que cuando se ha experimentado algo hasta lo sublime es mejor no repetir, porque o la decepción de la segunda es enorme, o lo sublime de la primera deja de serlo. Por eso ya no me entusiasmo con las procesiones, las del Calvario para mí son Las Procesiones con mayúsculas, y ahora que los garabatos son más que las páginas en blanco y juzgo, prefiero al Jesús que anduvo en la mar, al que todavía espero en medio de la tormenta para decirle, dame la mano, sácame de aquí.....

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