Andrey no calculó bien las distancias y ante el peligro de quedarnos sin combustible, nos desviamos de la carretera hacia la aldea de Sorvizhi. Andando nos encontramos con el abuelete, parece que fuese a desenfundar la pistola, pero nada más lejos de la realidad, luego de hablar un rato no nos quería dejar ir.
Nos acercamos a la iglesia, y vemos a un grupo de chavales a la vuelta de la escuela.
Por el camino nos cruzamos con varios tractores.
La iglesia de la Trinidad, como tantas otras en reconstrucción.
La tienda rural y el chaval que lee los mensajes.
De vuelta a casa después de comprar algo en la tienda. Encontramos gasolina, aunque la pagamos a cinco veces su precio a alguien que no solo nos estafó a nosotros sino que también a su empresa ya que el combustible lo sifonó del autobús que conducía. Pero valió la pena, ya que el camino de Sorvizhi es un paseo único.
domingo, octubre 30, 2011
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