El comedor de Suná en Vyatka. Nada especial aunque barato por supuesto, en un pueblo algo extraño, con la torre más alta de la región, el campanario de la iglesia de la Ascensión. La cajera me atiende de manera diligente y cuando se ve sorprendida es a mi a quien sorprende con esta tierna mirada, ya saben, amor eterno que dura un instante, como disculpándose por no ir acicalada de pieles y Chanel. Desde aquí te digo que ese instante es toda una vida, que el olor a grasa y detergente hace que Chanel no valga un duro y que un día de estos tendré el coraje de perder todos los amarres y si tuviese la suerte de ver algo parecido otra vez con toda delicadeza te quitaría lentamente la gorra para darte un beso.
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