Llegamos al final de otro ciclo, en un año en que se instaló el pesimismo y ya abiertamente se habla de depresión. Pero el espectáculo continúa, el tiempo no se detiene, veremos que sorpresas nos depara el año que viene. Felices Fiestas.



Y para aquellos que no son vegetarianos aquí está la segunda parte, limpieza y afeite del animal sacrificado. Todo trabajo manual, llevado a cabo con el cuidado y atención del que será consumidor final del producto, nada que ver con procesos industriales. La tercera parte, limpieza y cuidado de las entrañas y tripas para luego ser embutidas lo dejaremos pendiente por el momento.
En otros tiempos y para demostrar ante los poderes terrenales profesión de cristiandad, las matanzas del cerdo se llevaban a cabo por las calles, de ese modo se afirmaba la pertenencia a la mayoría y no a las minorías perseguidas.
Pues los tiempos cambian, y ahora por presiones europeas la costumbre centenaria de sacrificar a un cerdo para proveerse de viandas durante los meses frescos se ve amenazada. Y si, es triste ver el sacrificio de un ser vivo, de un animal de porte majestuoso y al que tanto debemos como el cerdo, por muy vituperado que sea su nombre. Sobre todo viniendo esas presiones desde países que guardan sus casas muy limpias a costa de lanzar mierda en la de los vecinos, como por ejemplo la mina de Boliden.
Es una costumbre ancestral, y soy del parecer que o nos hacemos todos vegetarianos, o nos callamos, porque el sacrificio industrial es un poco como las bombas inteligentes de las guerras organizadas por esos que se preocupan tanto por el bienestar animal y les importa muy poco el bienestar de sus semejantes, jueguitos de ordenador vistos en una pantalla aséptica donde la sangre de las víctimas no salpica. Lo dicho europeos del norte, o vegetarianos, o a callar.
El chavalillo feliz con su mascota, a la que no conseguí sacar en la foto, con una mirada que alivia el agobio del subterráneo moscovita, como contraste a la mirada de acordeonista, que me mira con evidente disgusto, por no decir odio y paranoia. Ya me ocurrió antes, los músicos del metro no quieren ser fotografiados, seguramente hay una jerarquía mafiosa ahí abajo, a la que todos temen. La tercera mirada es jocosa, ¿ se me ha estropeado el vehículo?.
Abrumados por un mundo abrumado. Es fácil echar la pelota fuera y perder el foco, demasiado fácil. Así que habrá que urgar dentro y enfocar fino, como el filo de la cuchilla, porque hay tantos motivos para la tristeza, tantas puertas cerradas, tanto esfuerzo inútil, que es demasiado fácil. Por la calle de Kotelnich parece ser que el perro sigue de guardia inútil ante la puerta que ya cerraron para siempre, bueno, hasta que la derriben.
En un suburbio de Moscú, desde el edificio de paneles, una casa cinco pisos como le llaman allí, o una Jrushovka, la personificación de la muerte del suburbio estilo soviético, ya que en occidente los suburbios también mueren, por inviables, centros comerciales vacíos, macmansiones vacías, y gasolina cada vez más cara. En el fondo y más allá de las características de cada suburbio lo que los ha matado ha sido la atomización, la soledad en medio de la multitud.
El dandy en una calle de Kotelnich, aparte de la gorra lo que más me llama la atención es la manera de sostener el cigarrillo, cuidado que si le ven a Ud. en Hollywood a lo mejor le llaman, aunque por allí también están en horas bajas.
Como contraposición a la nota anterior, esta foto es de un carrete que se quedó sin revelar del verano recién pasado. Nos queda un largo y suave invierno en lo climatológico, severo en todos los demás aspectos, pero lo mismo que el sol sale todas las mañanas, llegarán las estaciones reafirmando lo transitorio de todo lo malo y bueno que nos ocurre.
Hoy primero de Noviembre celebramos el día de Todos los Santos, aunque ya nos lo está destrozando la cultura mercantil con su Halloween, pero todo se asentará, después de los diluvios las aguas vuelven a su cauce.
Andrey no calculó bien las distancias y ante el peligro de quedarnos sin combustible, nos desviamos de la carretera hacia la aldea de Sorvizhi. Andando nos encontramos con el abuelete, parece que fuese a desenfundar la pistola, pero nada más lejos de la realidad, luego de hablar un rato no nos quería dejar ir.
Nos acercamos a la iglesia, y vemos a un grupo de chavales a la vuelta de la escuela.
Por el camino nos cruzamos con varios tractores.
La iglesia de la Trinidad, como tantas otras en reconstrucción.
La tienda rural y el chaval que lee los mensajes.
De vuelta a casa después de comprar algo en la tienda. Encontramos gasolina, aunque la pagamos a cinco veces su precio a alguien que no solo nos estafó a nosotros sino que también a su empresa ya que el combustible lo sifonó del autobús que conducía. Pero valió la pena, ya que el camino de Sorvizhi es un paseo único.





